Muchos expertos han elaborado diversas teorías que intentan explicar el proceso de envejecimiento. Una de ellas se conoce como la “teoría de los radicales libres”. Se basa en un fenómeno común en nuestras células. Ante la presencia de oxígeno se generan radicales libres provocando daños oxidativos que alteran las células y los tejidos. Los rayos solares favorecen la formación de estos radicales libres y para protegernos de ellos, el organismo posee una amplia gama de sistemas de defensa antioxidante que contrarrestan la formación de estas sustancias tan dañinas. Parte de estos sistemas de protección requieren de los antioxidantes procedentes de la dieta. El consumo elevado de frutas y verduras ricas en vitaminas, minerales y otros compuestos propios de los vegetales conocidos como fitoquímicos, nos ayudan a frenar los radicales libres y evitan la acción prooxidante de las radiaciones solares.
Es mucha la radiación solar que vamos recibiendo a lo largo de nuestra vida, por lo que su efecto acumulativo puede reducir los sistemas de defensa presentes en nuestra piel, entrando en una situación de estrés oxidativo que se manifestará en forma de los trastornos cutáneos asociados al fotoenvejecimiento. Para que esto no ocurra, nuestra dieta debe ser de un importante valor antioxidante que dote al organismo de elementos protectores. Además, factores como la edad, la contaminación ambiental, el estrés, el tabaco y el alcohol, dietas desequilibradas o una exposición continuada al sol, harán que nuestros sistemas de defensa antioxidante vayan perdiendo su capacidad de protección.
Algunos consejos para disfrutar del sol sin riesgos
- Previamente a la exposición solar conviene tener la piel correctamente hidratada y limpia antes de aplicar el fotoprotector. Debemos escoger el que mejor se adecue a nuestro tipo de piel.
- Aplicar el fotoprotector generosamente 30 min antes de la exposición y renovarlo cada 2 horas y después de cada baño.
- Extremar las precauciones en las zonas más sensibles del cuerpo, como el escote, la nariz o la nuca.
- No aplicar en la piel perfumes y colonias que contengan alcohol y esencias porque son fotosensibilizantes.
- Tomar el sol con moderación y progresivamente los primeros días, para que el bronceado sea progresivo.
- Evitar tumbarse al sol y mantenerse inmóvil durante horas. La piel tiene memoria y las quemaduras de hoy pueden ser las lesiones cutáneas del mañana.
- Evitar la franja horaria de máxima irradiación: entre las 12 y las 16 horas.
- Protegerse también cuando se esté practicando alguna actividad al aire libre.
- Secar bien el cuerpo después de cada baño. El “efecto lupa” de las gotas de agua favorece las quemaduras solares y disminuye la eficacia de los fotoprotectores.
- Usar gorra y gafas de sol con cristales homologados capaces de filtrar los rayos UVA y UVB.
- Tener en cuenta que en los días nublados también hay que protegerse porque las nubes frenan los rayos infrarrojos responsables de la sensación de calor pero no las radiaciones UVA y UVB que son altamente dañinas para la salud de la piel.
- Los niños, las embarazas y los ancianos deben tomar una especial precaución ya que son más sensibles a la radiación solar.
- Beber agua en abundancia.
- Una buena estrategia integral de fotoprotección no se entiende sin la presencia de un complemento nutricional de efecto antioxidante. La fotoprotección nutricional pretende llegar donde la fotoprotección tópica presenta ciertas limitaciones ya que éstos últimos son más eficaces frente a la radiación UVB que frente a la UVA, mientras que los fotoprotectores nutricionales frenan especialmente las lesiones oxidativas provocadas por la radiación que recibimos en mayor proporción, la UVA. Para un bronceado saludable es conveniente administrar un complemento nutricional antioxidante algunas semanas antes de la exposición al sol.