Con la llegada del verano exponemos durante más tiempo nuestra piel al sol y aunque sabemos que son muchos los beneficios asociados a una exposición moderada, es importante recordar que es en el período estival cuando más horas pasamos al aire libre y la radiación solar es más intensa, por lo que debemos tomar una serie de medidas para prevenir sus efectos nocivos.
La piel necesita antioxidantes
Muchos expertos han elaborado diversas teorías que intentan explicar el proceso de envejecimiento. Una de ellas se conoce como la “teoría de los radicales libres”. Se basa en un fenómeno común en nuestras células. Ante la presencia de oxígeno se generan radicales libres provocando daños oxidativos que alteran las células y los tejidos. Los rayos solares favorecen la formación de estos radicales libres y para protegernos de ellos, el organismo posee una amplia gama de sistemas de defensa antioxidante que contrarrestan la formación de estas sustancias tan dañinas. Parte de estos sistemas de protección requieren de los antioxidantes procedentes de la dieta. El consumo elevado de frutas y verduras ricas en vitaminas, minerales y otros compuestos propios de los vegetales conocidos como fitoquímicos, nos ayudan a frenar los radicales libres y evitan la acción prooxidante de las radiaciones solares.
Es mucha la radiación solar que vamos recibiendo a lo largo de nuestra vida, por lo que su efecto acumulativo puede reducir los sistemas de defensa presentes en nuestra piel, entrando en una situación de estrés oxidativo que se manifestará en forma de los trastornos cutáneos asociados al fotoenvejecimiento. Para que esto no ocurra, nuestra dieta debe ser de un importante valor antioxidante que dote al organismo de elementos protectores. Además, factores como la edad, la contaminación ambiental, el estrés, el tabaco y el alcohol, dietas desequilibradas o una exposición continuada al sol, harán que nuestros sistemas de defensa antioxidante vayan perdiendo su capacidad de protección.
A menudo para reforzar las medidas de fotoprotección y minimizar los efectos nocivos de la radicación solar, es conveniente proporcionar algún suplemento nutricional que complemente la ingesta de antioxidantes que ofrece la dieta habitual.
La Vitamina E, los Betacarotenos, las Proantocianidinas y el Resveratrol procedentes de la semilla y de la piel de la Uva, los Polifenoles del Té verde entre otros, son potentes antioxidantes que refuerzan las defensas cutáneas frente a los radicales libres y protegen la piel de los daños causados por los rayos solares.